Ciertamente
el pecado nos aleja de nuestro propósito, pero no nos aleja de Dios así
como nos hace creer nuestro adversario, la Biblia nos dice en Romanos 5:20
que donde abundó el pecado, sobreabundará la gracia, es decir habrá
plenitud de aquello que no merecemos, pues ese es el efecto y el objetivo
de la cruz de Jesús y por tanto la consciencia de esa verdad nos tiene que
llevar a una constante actitud de agradecimiento, pues así viviremos
sabiendo que aunque no las merecemos, las cosas increíbles que Dios tiene
preparadas para nosotros no dejarán de fluir en nuestra vida sólo porque Él
quiso y las desatamos por medio de nuestro arrepentimiento.
Por
tanto, esa verdad nos lleva a entender lo que la cita de hoy nos revela, ya
no somos esclavos del pecado que nos acosaba, sino somos libres, pues
nuestro pecado fue crucificado aun antes de ser cometido, todo nuestro
pecado fue revelado a Jesús en el huerto de Getsemaní, de modo que desde
ese momento lo perdonó para posteriormente lavarlo en la cruz por medio de
su sangre.
No
le parece eso una gran noticia?, no sé usted, pero a mí el solo leer la cita
de hoy me pone eufórico, pues ya no hay argumento contra mí, ni el pecado
que pudiera cometer, pues si lo llevo a la consciencia de Cristo, dejará de
formar parte de mi vida y viviré no porque yo lo pueda hacer, sino porque
Dios así lo planeó, una vida cada vez más íntegra y cada vez más cercana al
ejemplo que Jesús nos puso, increíble, no?
Note
como el autor hace énfasis en el hecho de ya no ser esclavos del pecado,
pues cuando tratamos de poner remedio al pecado por nuestra propia mano,
nos sucede que nos quejamos de no querer hacer ciertas cosas ó tener
ciertas actitudes, sin embargo, las hacemos una y otra vez pues nuestra
carne las anhela, por encima de nuestra voluntad racional y por encima de
nuestros pensamientos, pues en realidad no queremos dejar de pecar pues nos
es cómodo y nos es algo que viene de nuestro instinto.
De
modo que podemos entender que todo lo que debemos de hacer es entregar el
pecado que cometemos, que pensamos, aquel que nos acosa a Dios, reconocer
que nos es imposible el dejar de cometerlo y pensarlo, pero que lo
rechazamos pues lo entendemos ajeno a nosotros y de esa manera, nos
aferramos a la promesa que hay en Cristo para nosotros entendiendo que
desde antes de nuestro tiempo ese mismo pecado fue anulado e invalidado.
Una
vez que aprendamos a confiar en las promesas de Dios, es cuándo tendremos
el espacio en nuestra mente y en nuestro corazón para planear y para hacer
aquellas cosas que Dios nos envió a hacer, pero por mientras el pecado
intervenga, siempre nos será un estorbo, así que tómese su tiempo, lea la
cita de hoy una y otra vez hasta que le quede clara y hasta que sea capaz
de creerla y cuando lo haga, persevere en ella, para que pueda vivir en y
con libertad de hacer las cosas que Dios le envió a hacer, que no son otra
cosa que la llave a una vida plena en Él y llenas de satisfacciones
eternas.
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