TIEMPO DE ESPERA

Esperar es una virtud que no todos poseen en gran escala. Es un don que se puede aprender y desarrollar. Actualmente se vive de forma acelerada y los avances y la tecnología permiten que todo se consiga en tiempo record, que las cosas se realicen y se obtengan casi sin esfuerzo alguno.


La Biblia enseña en Romanos 8:4 “…que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”, y si  se logra ser espiritual se puede llegar a discernir todo lo que el Señor enseña en medio de periodos de espera. Se puede disfrutar la lluvia, su sonido, observar como cae y no esperar deprimidos o malhumorados a que deje de llover; se puede observar el paisaje mientras se detiene el autobús en un viaje en carretera; se puede conversar con los que están cerca mientras se espera el turno en una fila o en una sala de espera; se puede leer, oír música, navegar en internet o resolver un pasatiempo. Hay muchas actividades que se podrían hacer mientras se espera.

Pero algo que ha aprendido una persona que anda conforme al espíritu y no conforme a la carne, es a escuchar la voz de Dios, a saber encontrar la enseñanza de lo que está alrededor de sus circunstancias. Saber que habrá un aprendizaje para su vida en medio de la espera, que todo lo que le rodea será de bendición y ayudará a bien, (Romanos 8:28 “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.”),porque los planes de Dios son siempre de bendición y de paz (Jeremías 29:11 “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.”).

Mientras se espera, hay que escuchar la voz de Dios, hay que aprender para crecer, para entender el propósito de la situación y conocer que lo que Dios obra en ese tiempo de espera, puede ser aún más grande que aquello que se está esperando.

Romanos 5:3-5
“Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.”

           
            Ancris Guevara.

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