Sin dar lugar a la duda.
Cuando Dios nos da una palabra, es importante que sepamos valorarla y atesorarla. En los días de tormenta, en los momentos de desierto, de soledad, donde fallan las fuerzas, cuando falla la fe… es ahí cuando esa palabra se hace tan valiosa y tan necesaria. Es necesario que limpiemos nuestros sentidos de toda duda, y no escuchemos la voz del enemigo que querrá apagar esa llama de fe y de esperanza que está aún encendida muy dentro de nosotros. Las malas experiencias nos indicarán que no hay salida, que a pesar de los intentos, no hay forma de resolver el conflicto, de salir de la adversidad. Las emociones estarán también haciendo lo suyo, añadiéndole temor y duda a nuestro ser. Las voces vecinas querrán ayudar, pero no siempre serán con palabras alentadoras que aviven la llama de la fe que se nos puede estar apagando. El miedo, los pensamientos, la incertidumbre, mostraran el panorama oscuro y harán ver la tormenta más potente de lo que en realidad es. Nuestros t...