HUELLAS EN EL CARRO
Recuerdo que me llamaron a la dirección y lo vi allí con su traje café, sentado en una banca demasiado pequeña para él, con las manos entrelazadas, en medio de sus rodillas. Levantó la mirada cuando me vio entrar y las cejas levantadas y la sonrisa agridulce tenían mucho que decir. Esa mañana yo había pasado mis deditos grasientos por todo el lado del carro recién lavado (al parecer, ese brillo impecable debía ser experimentado con el tacto) y evidentemente, mi agenda y la suya no concordaron. Su carro ha sido su herramienta de trabajo y es diligente en cuidarlo. Pero yo sólo vi una textura irresistible. Él se sobresaltó y me agarró la mano, me regañó molesto y se apuró a borrar mis huellas. Después salió para el trabajo y mis hermanas y yo para el colegio. Mi papá es un hombre de presencia suave y amable. Jamás de gritos o groserías. Eso hacía que cualquier manifestación siquiera un poco subida de tono se sintiera como una aplanadora sobre el corazón. Seguramente él lo sabía,...